Año 2019. En la superficie, la humanidad continuaba su curso con la calma superficial de una sociedad distraída por sus propias rutinas. Las noticias giraban en torno a elecciones, mercados bursátiles y avances tecnológicos que prometían cambiar el mundo. Pero lo verdaderamente transformador no ocurría frente a las cámaras. Bajo la piel de la realidad, una historia paralela tejía sus propios hilos: la de los individuos dotados con habilidades extraordinarias.
Héroes, los llamaban algunos. Otros, aberraciones. Para los gobiernos, eran armas potenciales. Para las masas, símbolos de esperanza o miedo. Y en los rincones más antiguos del mundo, donde aún soplaban los ecos de lo sagrado, eran vistos como piezas de una profecía mayor.
El Surgimiento de los Dotados
Aunque el fenómeno de los "dotados" se popularizó a finales del siglo XX, sus raíces se hundían mucho más profundo en el tiempo. Durante la Primera Guerra Mundial, algunos soldados fueron testigos de compañeros que resistían impactos imposibles o se movían con una agilidad sobrehumana. En la Segunda Guerra Mundial, informes clasificados hablaron de agentes que manipulaban el fuego o atravesaban campos de batalla con una puntería sobrenatural. Eran anomalías ocultas bajo el ruido de la guerra total, enterradas por gobiernos que preferían ignorar lo que no comprendían… o explotarlo en secreto.
Pero fue durante la Guerra Fría que el mundo silenciosamente aceptó una nueva carrera armamentista: la de los humanos con habilidades. Más allá de los misiles y las bombas nucleares, cada superpotencia desarrolló programas secretos para entrenar, clasificar y, si era necesario, eliminar a los dotados. La mayoría de estos registros siguen siendo inaccesibles. Algunos, simplemente fueron borrados.
En 2019, los héroes ya no eran un mito. Su existencia, aunque a veces ocultada por los gobiernos, era reconocida por la opinión pública. Sin embargo, su verdadero alcance, la fuente de sus poderes y su propósito en el gran equilibrio del mundo… seguían siendo un misterio que solo unos pocos se atrevían a explorar.
El Mapa Heroico Global
Rusia: Heredera del aparato soviético de experimentación humana, la Federación mantuvo sus héroes bajo control estatal. Aunque el número era reducido, su eficacia era temida. Guerreros moldeados más por el deber que por el idealismo. Letales. Fríos. Eficientes. A diferencia de otras naciones, en Rusia ser héroe no era un privilegio… era una condena disfrazada de servicio.
Japón: El epicentro de la cultura heroica moderna. Un país que había abrazado la existencia de los dotados con devoción casi religiosa. Escuelas especializadas, rankings públicos, contratos de patrocinio… pero también una presión aplastante por destacar. En la cúspide de este sistema, brillaba Aurion, el Héroe Número Uno del mundo. Una figura tan poderosa como simbólica… y a la vez, parte de un sistema que devoraba a sus propios ídolos.
China: Con la mayor población de dotados del mundo, el régimen chino implementó una política de control absoluto. Todo héroe era un funcionario. Todo poder, propiedad del Estado. Bajo esta lógica, se construyó una red clandestina de héroes disidentes que eran cazados sin piedad. La eficiencia era asombrosa, pero el precio: la completa supresión del individuo.
Estados Unidos: El caos organizado. En Estados Unidos, ser héroe era ser una marca. La industria del entretenimiento explotó a los dotados con reality shows, contratos millonarios y batallas televisadas. Pero no todo era espectáculo. En las sombras, algunas organizaciones heroicas mantenían la vigilancia global con recursos similares a los de una nación entera.
Europa: Fragmentada en filosofías, unificada en propósito. Francia y Alemania contaban con academias de élite. Reino Unido utilizaba a sus héroes como inteligencia estratégica. Noruega y Suecia se centraban en protección ecológica. Todos compartían una cosa: la herencia mágica y espiritual de sus tierras, un factor que todavía influenciaba a sus héroes modernos.
Sudamérica: El continente vibraba con una energía distinta. Aquí, el poder no siempre venía de la genética, sino de lo ancestral. Espíritus de la selva, pactos con deidades olvidadas y artefactos milenarios eran fuentes comunes de poder. Ser héroe era ser elegido, no entrenado. Y ese vínculo espiritual hacía a estos dotados menos predecibles… y más temidos.
África: Como Sudamérica, los héroes africanos estaban profundamente conectados con su tierra. El control de los elementos, la comunicación con los animales, y la conexión con fuerzas invisibles hacían que estos individuos fueran reverenciados como chamanes o guías, más que como guerreros.
Oceanía: Desde las tierras ancestrales de Australia hasta las islas del Pacífico, los poderes se manifestaban en armonía con el océano, la tierra y el espíritu de las generaciones pasadas. Aunque menos numerosos, los héroes de Oceanía eran especialmente valorados por su vínculo con fuerzas naturales raramente comprendidas por el resto del mundo.
Los poderes extraordinarios no eran únicamente una cuestión de biología. Desde los rincones más antiguos del mundo surgían mitos sobre un poder anterior al hombre, una energía cósmica que impregnaba la vida misma.
Algunos lo llamaban Éter, otros, simplemente, el Velo. Lo cierto es que aquellos capaces de canalizar esta fuerza eran más que dotados: eran eco-trascendentes. Entre ellos, figuras como Kisaragi Ryuusei no eran simplemente poderosos… eran elegidos.
Profecías milenarias recogidas en grimorios olvidados y cánticos orales hablaban del surgimiento de una "Fractura del Cielo". Una grieta en la realidad por donde la oscuridad ancestral podría volver. En cada cultura, esta oscuridad tenía un nombre distinto: el Vacío, la Desarmonía, la Sombra Primordial.
Y en todas… se hablaba de un faro.
Un alma lo suficientemente fuerte como para convertirse en bastión de luz.
Ryuusei y su equipo no solo representaban un movimiento militar o político. Eran la manifestación de una necesidad cósmica: reunir a los dispersos, redimir a los caídos, y preparar al mundo para la batalla que no se peleaba por naciones… sino por existencia.
Cada piedra de regeneración, cada microchip de traducción, cada combate sangriento… no era parte de una revolución moderna. Era parte de una guerra antigua, disfrazada con el rostro de una nueva generación.
Y entre ellos, Ryuusei, "el hijo del Yin y Yang", no era solo líder.
Era el eco de algo más grande.
El primer capítulo había comenzado. La tela del tapiz del mundo se tensaba. Y la oscuridad… ya estaba escuchando.