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Chapter 103 - Capítulo 31: Yin y el Yang

El avión descansaba oculto en un hangar abandonado, en medio de un bosque rumano. La noche anterior había estado cubierta de estrellas, pero la mañana se levantaba con un cielo plomizo. El ambiente dentro de la aeronave era tenso. Callado. Nadie reía. Nadie hablaba sin pensar.

Ryuusei observaba el mapa extendido sobre una mesa improvisada, rodeado por los demás. Volkhov, serio y con el ceño fruncido. Aiko, abrazando sus brazos mientras se mantenía cerca de la escotilla. Brad, con la mirada distante, como si ya pensara en otro conflicto.

Fue Ryuusei quien rompió el silencio:

—Si vamos todos juntos… vamos a tardar años. La red de posibles reclutas está dispersa por todo el mundo. Pero si nos dividimos… si nos separamos en equipos de dos, podremos avanzar más rápido. Esta no es una misión cualquiera. Es el inicio de algo que puede cambiarlo todo.

Aiko alzó la voz, con decisión.

—Yo quiero ir con Volkhov.

Volkhov la miró de reojo, sorprendido. Ryuusei se quedó inmóvil por unos segundos.

—¿Tú…? —murmuró, con voz baja.

Aiko asintió, cruzando sus brazos. No parecía una broma.

—Quiero conocerlo mejor. Tiene una forma distinta de ver la vida, y creo que podemos complementarnos en el campo.

Ryuusei asintió despacio. Había esperado, en silencio, que ella se mantuviera a su lado, como siempre lo había hecho. Pero era hora de aceptar que la nueva etapa exigía nuevos vínculos. Miró hacia Brad, quien simplemente chasqueó la lengua.

—Supongo que me tocó el rarito del grupo —dijo con sarcasmo.

—Y yo el cavernícola —respondió Ryuusei, sonriendo apenas.

Pasaron unos segundos en completo silencio. Ryuusei alzó su mano y sacó de su abrigo un viejo papel doblado, con un nombre escrito a mano.

—A cada grupo les voy a dar un nombre. Una sola persona. Tendrán que encontrarla, entenderla… y convencerla de que se una. Nada de amenazas. Esta misión es de palabras, no de puños.

Volkhov lo tomó, lo leyó, y alzó una ceja.

—¿Y cómo se supone que logremos convencerlos?

Ryuusei los miró fijamente, con el peso de los años de dolor reflejado en los ojos.

—Díganles que el Hijo del Yin y el Yang los está buscando.

Brad rió entre dientes.

—¿Así te haces llamar ahora?

—No es un apodo —dijo Ryuusei con firmeza—. Es lo que soy. El equilibrio entre la oscuridad y la luz. No soy un salvador. No soy un demonio. Solo alguien que ha visto ambos extremos… y no quiere que el mundo vuelva a vivirlos.

Aiko frunció el ceño.

—¿Y qué les decimos más allá de eso?

—Cuéntenles la historia —continuó Ryuusei, mientras caminaba alrededor del mapa—. Cuéntenles que esta persona… Kisaragi Ryuusei, se enfrentó al mismísimo Aurion, el Héroe Número Uno del mundo, el hombre con el poder de un sol viviente. Y que, aunque casi muere… sobrevivió.

Volkhov lo miró con respeto silencioso. Aiko, en cambio, sintió una punzada en el pecho: no por lo que Ryuusei decía, sino por lo que había tenido que vivir.

—Díganles que este tal Ryuusei no busca la gloria. Ni la venganza. Él quiere construir una era distinta… una era de paz, donde los poderosos no impongan, y los débiles no se escondan. Donde todos, con diferencias, orígenes o poderes distintos, podamos vivir sin miedo, sin cadenas… sin dueños.

El ambiente se volvió más pesado, pero también más decidido. Había fuego en las miradas. Por primera vez, no eran solo un grupo de sobrevivientes… eran una semilla de revolución.

Ryuusei alzó la vista.

—Si me ayudan… no solo vamos a reunir a los mejores. Vamos a cambiar el mundo.

Y así, el equipo se dividió.

Dos caminos. Dos destinos. Una sola meta.

El nacimiento del legado del Yin y el Yang.

La nieve apenas tocaba el suelo mientras los motores del avión aún vibraban débilmente, listos para despegar en cualquier momento. Ryuusei caminaba con paso firme, repasando los últimos detalles de la división de rutas. Pero mientras tanto, a unos metros del grupo, Aiko y Volkhov caminaban juntos bajo el frío gris del amanecer.

Volkhov no pudo resistir la pregunta que le venía carcomiendo desde hacía minutos.

—¿Puedo saber por qué me elegiste a mí… y no a Ryuusei? —preguntó con voz grave, pero con una leve sombra de inseguridad—. Pensé que él era tu maestro. Una figura… importante.

Aiko lo miró de reojo, deteniéndose justo antes de una escarcha blanca que cubría parte del suelo. Luego sonrió, como si llevara rato ensayando su respuesta.

—Me pareces interesante… además, un poco guapo —dijo sin titubear, con una sonrisa pícara—. Y, bueno… ya me viste desnuda una vez, ¿recuerdas? Supongo que eso crea una extraña confianza.

Volkhov quedó helado, literal y emocionalmente. Por primera vez en años… se sonrojó.

Aiko se alejó riendo entre dientes, como si esa respuesta hubiera sido un juego casual. Pero Volkhov no se movió de inmediato. Su mente era un torbellino.

"¿Qué demonios me pasa? No soy un maldito depravado… apenas la niña tiene 13 años…"

Apoyó una mano contra un árbol y soltó un suspiro largo. "Concéntrate, Volkhov. Esto es una misión. Solo eso."

Minutos después, el grupo volvió a reunirse. Ryuusei se colocó en el centro del círculo, su mirada era directa, su tono más grave de lo habitual.

—A partir de este momento, nos dividimos —dijo sin rodeos—. Uno a uno es lento. En dúos... tal vez tengamos una oportunidad.

Miró a cada uno con atención. Estaban por dar un paso definitivo hacia el futuro de su causa.

—Volkhov. Aiko. Ustedes se encargarán de buscar a tres personas.

Desplegó un mapa sobre una superficie metálica, con coordenadas marcadas en rojo.

—Arkadi Rubaskoj, está en Siberia. Se dice que domina la magia, desde invocaciones oscuras hasta manipulaciones dimensionales. No confíen en su primera cara. Ni en la segunda. Ni en ninguna.

—Amber Lee, ubicada en Hong Kong, controla el veneno a nivel molecular. Puede paralizar un cuerpo con un simple toque. Inteligente, letal, impredecible.

—Sylvan, en Finlandia. Tiene el poder de manipular la vida vegetal con un nivel casi divino. Su control sobre la naturaleza le ha permitido hundir pueblos enteros. No es un aliado fácil… pero es necesario.

Aiko y Volkhov asintieron. Ya sabían que su camino no sería fácil.

Ryuusei se giró hacia Brad, quien lo esperaba con los brazos cruzados.

—Tú y yo iremos a buscar a otros cuatro.

Señaló el mapa de nuevo.

—Kaira Thompson, en Bangkok, Tailandia. Su poder es el de controlar personas como si fueran marionetas. Puede manipular cuerpos sin necesidad de contacto visual. No confundan su belleza con debilidad.

—Chad Blake, en Michigan, Estados Unidos. Tiene la capacidad de hacer explotar cualquier objeto con solo mirarlo. Inestable, imprevisible, peligroso… pero si se le convence, puede ser una bomba a nuestro favor.

Y investigue a alguien nuevo que seria.

—Bradley Goel, en Holanda. Un velocista con una velocidad fuera de toda lógica humana. No se le ha podido rastrear bien porque su frecuencia vital fluctúa con el tiempo.

—Y por último... Ezequiel, en algún lugar de Alemania. Su poder es el control del tiempo. Literal. Lo detiene, lo acelera, lo regresa. Algunos lo llaman un dios que camina entre mortales… otros, un monstruo que aún no se desató.

El silencio fue absoluto.

Volkhov observó la lista y comentó con una media sonrisa irónica:

—Genial. A volver a Rusia otra vez… pensé que había dejado ese frío atrás.

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