Cherreads

Chapter 99 - Capítulo 27: Sombras que despiertan

Minutos antes de que Ryuusei y el presidente se encontraran cara a cara, los cuerpos inertes de Volkhov y Aiko fueron trasladados en una camioneta militar hacia una zona intermedia, no muy lejos del complejo presidencial, pero lo bastante apartada para evitar miradas curiosas.

—¿No que estaban muertos? —murmuró uno de los médicos al ver los rastros de sangre seca en la ropa de ambos.

—Sí, pero es raro… la piel está tibia —respondió otro mientras se acercaba con sus guantes quirúrgicos.

Aiko permanecía inmóvil, los ojos entrecerrados, mientras Volkhov sentía los latidos de su corazón acelerándose. Lo habían entrenado para fingir. Pero jamás para esperar tanto tiempo sin actuar.

Uno de los médicos tomó un bisturí. Se inclinó hacia el pecho de Aiko.

Fue entonces cuando todo estalló.

—¡Ahora! —gruñó Volkhov, abriendo los ojos de golpe.

De su abrigo, sacó una pistola oculta, diminuta, pero letal. Disparó dos veces con precisión quirúrgica. Las balas impactaron directamente en la frente de ambos médicos. Cayeron antes de poder gritar.

Aiko, por su parte, abrió los ojos con una frialdad aterradora. Ya tenía la mano sobre el mango de su katana. Se incorporó con un ágil giro, y de un solo tajo, cortó el cuello del conductor que estaba a punto de reaccionar. La sangre salpicó el parabrisas desde adentro.

—Tarde, como siempre —dijo Aiko con una sonrisa.

—Silencio, ahora no es momento para frases cool —le respondió Volkhov mientras arrastraban los cuerpos fuera del vehículo.

Pero no habían terminado.

Al menos tres soldados escucharon el escándalo desde un pequeño puesto de vigilancia cercano. Corrían hacia ellos.

Volkhov se escondió tras la camioneta, disparando sin piedad. Aiko se lanzó directamente contra uno, lo decapitó con precisión limpia, y utilizó el cuerpo como escudo para esquivar una ráfaga.

El segundo soldado ni siquiera llegó a disparar. Volkhov le clavó un cuchillo en la garganta, robado del cinturón del primero. El tercero intentó huir. Aiko se le adelantó y lo cortó por la mitad de la cintura.

—Eso fue ruidoso —dijo Volkhov, mientras su respiración se estabilizaba.

—Debemos movernos. Ya. —Aiko se agachó junto a uno de los soldados y empezó a quitarle el uniforme.

En cuestión de minutos, ambos estaban disfrazados con trajes militares rusos. Aiko incluso se recogió el cabello y se puso una gorra. Volkhov tomó una máscara vieja del compartimento trasero y se la colocó.

—Ya estamos dentro. Solo hay que pasar desapercibidos… y encontrar el maldito avión —dijo él, con los ojos encendidos de adrenalina.

—Y no morir en el intento —susurró Aiko mientras caminaban entre los árboles, dejando atrás el escenario ensangrentado.

El plan seguía su curso. Y apenas comenzaba el caos.

Vestidos con trajes militares robados, Aiko y Volkhov caminaban por la zona restringida, tratando de pasar desapercibidos entre los verdaderos soldados. Los cuerpos que habían dejado atrás seguían frescos, pero no tardarían en ser encontrados.

—¿Sabes? Te ves extrañamente bien disfrazada de soldado —comentó Volkhov en voz baja, ajustando su gorra.

—¿Quieres que te corte el cuello como al anterior? —respondió Aiko sin voltear, aunque una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

—No niego que sería épico, pero prefiero vivir para subirme a ese avión.

Ambos se movían con precisión, siguiendo el mapa mental que Ryuusei les había descrito. Según él, cerca del antiguo hangar 13, abandonado hace años, había un pequeño avión privado olvidado. Nadie se acercaba a esa zona por estar llena de hielo, chatarra y viejas historias de maldiciones soviéticas.

—¿Crees que funcione? —preguntó Aiko mientras escalaban una pequeña colina de nieve y chatarra.

—Conociendo a Ryuusei, debe tener una bomba oculta o una grabación ridícula diciendo "¡Felicidades por escapar!" —bromeó Volkhov.

Y como si el universo escuchara, cuando entraron al hangar, una vieja bocina oxidada hizo sonar un "Welcome, camaradas" con acento ruso caricaturesco.

Ambos se quedaron mirando en silencio… y luego soltaron una carcajada.

—Sí, definitivamente es su estilo —dijo Aiko, limpiándose una lágrima de risa.

Pero el momento tierno duró poco.

En el fondo del hangar, cubierto por lonas grises y hielo, estaba el avión. Pequeño, con hélices. Una reliquia de otra época.

—Perfecto. No está destruido. Aún huele a aceite y soledad. —Volkhov subió a la cabina mientras Aiko inspeccionaba el perímetro.

—¿Sabes volar? —preguntó ella.

—¿Alguna vez viste mi historial de crimen? Incluye robar un avión en 2016. Me estrellé, sí… pero por culpa de un pato.

—¿Un pato?

—Larga historia. Súbete.

Aiko entró, sentándose en el asiento del copiloto mientras Volkhov encendía los controles.

—¿Y si no funciona?

—Entonces nos morimos de frío.

El motor tosió. Luego rugió. Las hélices comenzaron a girar. El hangar vibró.

—Funcionó. —dijo Volkhov con una sonrisa de niño travieso.

—Listos para despegar —dijo Aiko, aunque en su interior, sabía que no había vuelta atrás. Esa era su única opción.

El avión comenzó a rodar lentamente sobre la pista congelada.

—¿Sabes qué es lo loco? —dijo Volkhov mientras ganaban velocidad—. Estamos huyendo disfrazados, después de fingir estar muertos, en un avión robado de los años 70, y nuestro jefe… está hablando con el presidente de Rusia como si nada.

—Es como una película… pero escrita por un loco con mucho tiempo libre —respondió Aiko.

— Hay que esperar a Ryuusei —dijo Volkhov

More Chapters