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Chapter 88 - Capítulo 17: Sangre sobre la nieve II

Desde el búnker subterráneo, Dimitri observaba la escena a través de las cámaras de seguridad y las imágenes satelitales. La nieve roja, los cuerpos destrozados, el caos. Ryuusei estaba justo donde lo querían: debilitado, vulnerable y, lo peor de todo, intentando traicionarlos.

—Señor, Ryuusei acaba de silenciar su micrófono.

Dimitri apretó los dientes. A su lado, el Agente Rubosky gruñó con desprecio.

—Dimitri, ¿lo está haciendo? —preguntó Rubosky, con un veneno apenas contenido en la voz.

En la línea, un hombre de tono gélido, el tipo de voz que solo tienen los ejecutores, respondió:

—Sí, Comandante. Ryuusei está escribiendo algo para Volkhov. Parece un mensaje. Y Aiko… sigue luchando junto a los soldados de Petrov.

Rubosky golpeó la mesa con furia.

—Ese mocoso… Lo entrenamos, le dimos una oportunidad… ¡Y ahora nos traiciona!

Dimitri permaneció en silencio. Sabía lo que vendría.

—Vuélenle la cabeza. Y a la niña también. Ahora mismo.

—Entendido.

La tundra permanecía en un extraño silencio.

Volkhov, aún aturdido, miró con desconfianza a Ryuusei. El dolor era insoportable, pero algo en la insistencia del joven lo inquietaba. Ryuusei podría haberlo matado en cualquier momento… pero en vez de eso, intentaba hablarle.

Volkhov, aún aturdido, miró con desconfianza a Ryuusei. El dolor era insoportable, pero algo en la insistencia del joven lo inquietaba. Ryuusei podría haberlo matado en cualquier momento… pero en vez de eso, intentaba hablarle.

—¿Por qué tanto interés en que escuche? —murmuró, con el ceño fruncido.

Pero antes de recibir una respuesta, el cuerpo de Ryuusei se sacudió de repente.

Un sonido seco y repulsivo retumbó en el aire.

Su cabeza estalló en una lluvia de sangre, fragmentos de cráneo y masa encefálica, esparciendo restos sobre la nieve.

Volkhov se quedó helado.

Pero lo peor no fue eso.

Lo peor fue que el cuerpo de Ryuusei no se detuvo.

Su mano seguía moviéndose.

El lápiz resbaló de entre sus dedos, cayendo sobre la nieve teñida de rojo. Pero su brazo… su brazo seguía escribiendo.

Trazos erráticos, desesperados, pero aún legibles.

Volkhov sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era imposible.

Esto no es humano.

Retrocedió instintivamente, mirando el cadáver sin cabeza que aún se resistía a morir.

Desde el búnker, el Presidente también lo vio a través de las cámaras.

—¡Mátalo otra vez! ¡Mátalo hasta que no quede nada! —vociferó Rubosky, golpeando la mesa con rabia.

Un operador titubeó antes de responder:

—Señor… el collar explosivo solo se activa una vez. Su regeneración se ha detenido, pero volverá en media hora.

Media hora.

Ese era el margen.

Dimitri no respondió de inmediato. Observaba la escena con fascinación y terror.

Ryuusei no estaba muerto.

Su cuerpo aún se movía. Y algo en su regeneración estaba cambiando.

Lo que nadie entendía, ni siquiera Rubosky, era que Ryuusei no quería simplemente escapar.

Él sabía que Volkhov lo veía como un enemigo. Pero si lograba hacerle entender la verdad, si lograba que viera más allá de la guerra, todo podría cambiar.

Volkhov miró el papel con incredulidad. La letra era errática, escrita con la desesperación de alguien que sabía que estaba muriendo, pero cada palabra tenía un propósito.

"Sácame el collar del cuello. Hazlo rápido.""Córtame la mano derecha y llévatela contigo.""Déjame aquí. Confía en mí."

Volkhov sintió un nudo en el estómago.

"Baja al campo de batalla.""He oído que nunca fallas un disparo.""Busca a una niña de cabello plateado. Se llama Aiko.""Grita su nombre.""Y córtale la cabeza."

Los dedos de Volkhov se crisparon.

—¿Qué demonios…?

Su mirada se deslizó de las palabras al cadáver de Ryuusei, su cuerpo aún sacudido por espasmos mientras la regeneración intentaba hacer su trabajo. La nieve se teñía de rojo a su alrededor, pero su cabeza aún no había terminado de formarse.

Su instinto le gritaba que esto no tenía sentido.

Pero había algo en ese mensaje… algo en la forma en que Ryuusei había gastado sus últimos segundos asegurándose de que él lo leyera.

Si Ryuusei realmente estaba en su contra, si solo era un peón del Kremlin, ¿por qué arriesgarse así?

¿Por qué escribir "confía en mí"?

Volkhov negó con la cabeza, pasándose una mano por el rostro.

—No tiene sentido…

Pero sus ojos bajaron una vez más al papel.

"Para que no te reconozcan, usa mi máscara.""Tiene un poder especial: te hará pasar desapercibido."

Volkhov miró la máscara del Yin-Yang, yaciendo en la nieve, manchada de sangre. La levantó con cautela, sintiendo un leve cosquilleo al sostenerla. No creía en supersticiones, pero en ese momento, todo lo que daba sentido a la lógica se estaba desmoronando.

"Rompe la cámara de mi bolsillo.""Y también la que nos vigila.""Nos están observando."

Volkhov parpadeó. Entendió.

Miró a su alrededor y sintió el peso invisible de la vigilancia del Kremlin.

Si esto era una trampa, entonces ya lo habían atrapado. Pero si no lo era…

No tenía tiempo para dudar.

Con un gruñido, se inclinó sobre el cuerpo inerte de Ryuusei y, con un corte limpio, le cercenó la mano derecha. La extremidad cayó sobre la nieve con un sonido húmedo. Volkhov la recogió y la guardó en su chaqueta.

Luego, sin dudar, le arrancó el collar del cuello. Una pequeña luz roja parpadeó una vez… y luego se apagó.

Acto seguido, sacó la cámara del bolsillo de Ryuusei y la estrelló contra el suelo con su bota. Luego levantó la vista hacia una de las torres de vigilancia. Una cámara de seguridad giraba lentamente, rastreando la escena. Apuntó y disparó.

El vidrio estalló.

Los ojos de Volkhov recorrieron el paisaje congelado.

Era su momento de moverse.

Con una última mirada al cadáver de Ryuusei, se puso la máscara.

El aire a su alrededor pareció cambiar.

Su presencia se volvió más ligera, menos perceptible, como si el mundo lo estuviera ignorando.

No entendía cómo, pero sintió que la vigilancia sobre él se desvanecía.

Respiró hondo.

La última orden estaba clara.

Tenía que encontrar a Aiko.

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