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Chapter 34 - Capítulo 34: Caballero Oscuro

Finalmente, la superficie.

Ainz había lanzado Perfecto Incognoscible para no revelar su posición mientras permitía que los no muertos salieran de la mazmorra. Sin darse cuenta, la Gran Madre le había obsequiado un ejército completo antes de escapar el cual no iba a desaprovechar.

Esperaba que la espadachina, parte de la familia de un dios, permaneciera a su lado para poder explicarse ante los nativos. Sin embargo, tan pronto como salió por el Gate, simplemente desapareció, dispuesta a enfrentarse a los monstruos de Yggdrasil.

Podía notar que esos Dioses eran demasiado pasivos a la hora de actuar, aunque aún sentía cierto recelo al enfrentarlos cara a cara. No era por miedo, sino porque la escasa información que tenía sobre esos autoproclamados Dioses seguía siendo demasiado vaga.

Los recuerdos de la mazmorra que había tenido tiempo de revisar tampoco eran muy esclarecedores. Aunque los odiaba hasta la médula, parecía que aquellos dioses se habían mantenido al margen, sin poner un solo pie en su interior.

Tampoco resultaban alentadoras sus propias experiencias en Yggdrasil. En aquel mundo, los dioses eran jefes de incursión que, en la mayoría de los casos, requerían un grupo de jugadores de nivel máximo para poder enfrentarlos.

Si su fuerza real se asemejaba mínimamente a la de esos jefes, que alguno decidiera unirse a la batalla actual sería lo peor que podía suceder.

Los ataques a ciudades en Yggdrasil tenían una peculiaridad, escalaban de acuerdo con la media de poder de los defensores.

La invasión actual era manejable, incluso por los propios nativos, que poco a poco comenzaban a recuperar terreno. Pero si las reglas de Yggdrasil seguían vigentes y un jefe de incursión intervenía de su lado, la situación podía volverse incontrolable en cuestión de minutos.

Con una sola orden de avance, Ainz envió al grupo de monstruos bajo su mando a unirse a la defensa.

Por su parte, también había decidido involucrarse. Quería farmear la mayor cantidad de favor posible antes de iniciar las negociaciones con la ciudad.

Ainz rió para sus adentros. Casi podía sentirse otra vez dentro de un juego.

Aparecer con su forma de no muerto habría sido excesivo, por lo que comenzó de inmediato a crear una armadura mágica para combatir. Sería un problema si alguien lograba ver a través de ella, pero Ainz confiaba en que, en una situación como esta, nadie con un mínimo de razonamiento atacaría a quien estuviera brindando apoyo, fuera o no un monstruo.

...

Con un grito, el grifo sacudió sus alas, generando una pequeña tormenta a ras de suelo que levantó por los aires a varios magos.

Usando sus poderosas garras, los atrapó antes de estrellarlos contra el suelo, formando cráteres a su paso. La arquera sobre su lomo tampoco se quedó de brazos cruzados; cada pocos segundos, una flecha cargada era disparada como si fuera una granada mágica.

Riveria no quería admitirlo, pero había habido más bajas de las que había anticipado.

Solo necesitaban un golpe directo, pero la velocidad del grifo era excesiva.

Allen podía seguirlo en tierra, pero cuando la criatura tomaba vuelo, la situación se volvía mucho más complicada.

Era frustrante. Para empeorar las cosas, los múltiples reportes que llegaban a través de Occulus, no eran nada alentadores.

Fue entonces cuando sintió vibraciones en el suelo.

Era el marchar de un ejército. No necesitó voltearse para saber que un gran grupo de spartoi se acercaba por su retaguardia.

Estaba a punto de lanzar la magia ya cargada contra ellos cuando el Occulus en su cintura se activó.

"Todos los frentes, replieguen. Los aliados han llegado. Los monstruos tomarán la vanguardia", la voz de Liliruca sonaba algo emocionada.

Había duda en la mirada de los magos.

Los spartoi de sexto nivel ya estaban a unos pasos de ellos cuando el temor comenzó a apoderarse de sus corazones.

Estaban a punto de bombardearlos con magia cuando una figura de cabello dorado se plantó frente a ellos.

Estos no la atacaron, ni siquiera parecieron preocuparse por ella. Simplemente continuaron su camino, pasando junto a los aventureros, quienes, sin comprender del todo, no pudieron evitar seguirlos con la mirada como si se tratara de una visión de otro mundo.

"¿Estás bien?", Ais se detuvo junto a ella, ofreciéndole una botella de poción. "Estás pálida", dijo con su voz inexpresiva, acompañada por el ceño apenas fruncido que, para quien la conocía, demostraba cuán preocupada estaba en realidad.

"¿Me veo tan mal?", respondió Riveria, soltando una pequeña risa mientras tomaba las pociones. "Gracias", susurró, antes de volver la vista hacia los spartoi, que comenzaban a agruparse alrededor del grifo. "¿Cómo es que...?"

"Larga historia", la interrumpió Ais, desenfundando su espada y preparándose para luchar. Le lanzó una mirada de reojo. "Descansa, me encargaré ahora."

Sin mayor contemplación, Riveria dejó la situación en sus manos.

"Todos los magos, retrocedan. Ayuden a los heridos. Dejemos esta batalla en manos de la Princesa de la Espada."

Como si su orden tuviera fuerza sagrada, todos obedecieron sin excepción.

...

"Realmente están ayudando", Loki no pudo evitar fruncir el ceño.

Los demás dioses también se veían desconcertados. Si hubieran sido los xeno quienes llegaban a auxiliar Orario, aún podrían digerirlo... pero estos monstruos eran diferentes.

No se movían como los de la mazmorra lo harían. Parecían buscar activamente a los invasores, eran metódicos. Para Loki, eso solo podía significar que alguien los estaba controlando.

Lanzó una mirada a Undaeus, quien no se había movido ni una pulgada desde que salió de la mazmorra. Lo más lógico sería pensar que era ese mismo monstruo quien, haciendo uso de algún control maestro sobre sus creaciones, dirigía a los spartoi. Pero había algo que no terminaba de encajar.

Fue Hestia quien terminó de afirmar la sospecha.

"Los monstruos están mal", dijo sin ninguna duda.

"¿Qué quieres decir?", preguntó Hephaistos, con evidente duda en la voz.

"No se sienten normales. No son como los monstruos de la mazmorra, tampoco como un xeno. Son más como..."

"¿Como qué?", intervino Loki.

"Mnn... no estoy segura. No puedo reconocerlo", terminó por decir.

Quien sí pudo notar aquella anormalidad fue Freya.

Bastó un solo vistazo para ver cómo un hilo formado por un alma conectaba a cada uno de los monstruos, incluido el jefe de piso. Era una lástima que, en cierto punto, perdiera el rastro. No sabía exactamente cómo lograban ocultarse de su mirada, lo que solo volvía la situación más interesante para ella.

Fue entonces cuando, con un fuerte retumbar, Undaeus se movió.

Alzó su espada, y la luz que envolvía su hoja se atenuó antes de dejarla caer en su dirección.

Un corte de oscuridad cruzó el aire, cortando la atmósfera con una precisión mortal. La dirección del ataque era clara.

Parado en la muralla de la ciudad, el único enemigo que no se había movido desde que comenzó la invasión finalmente hizo acto de presencia.

Levantó su mano en dirección a la oscuridad, y, para sorpresa de todos, la sangre derramada por los aventureros que habían caído en batalla comenzó a levantarse, volando hacia él. Se acumuló en una esfera entre ambos antes de expandirse, formando un muro en el que el ataque de Undaeus impactó.

El muro, que parecía haberse solidificado, se agrietó levemente, pero no terminó de ceder.

La oscuridad comenzó a atenuarse poco a poco hasta desaparecer.

El muro de sangre volvió a ser líquido, formando nuevamente la esfera carmesí que levitó hasta quedar frente al invasor.

Nadie pudo digerir cómo alguien había sido capaz de soportar un ataque a plena potencia de un monstruo de noveno nivel, cuando, de repente, una sombra apareció detrás del invasor.

...

Ainz le dio una señal al jefe de piso para que usara su mejor ataque contra el líder actual de la invasión.

Como había esperado, fue lo suficientemente llamativo como para atraer todos los ojos hacia él.

Se sorprendió al ver que el jefe de la invasión era un vampiro con niveles de mago. Debía eliminarlo rápidamente; por ahora, solo era de nivel 70, pero con su intervención, lo más probable era que se volviera más fuerte. Desactivó Perfecto Incognoscible y se posicionó detrás de él. Activó Guerrero Perfecto y, agitando la espada negra de dos manos que había creado junto con la armadura, se preparó para atacar.

La velocidad de Ainz se disparó en el instante en que Guerrero Perfecto entró en acción.

Como un borrón, la espada cortó la espalda del vampiro. La sangre salpicó el lugar, manchando también su armadura. Ainz movió su segunda espada para acabar con él, pero al haber perdido el factor sorpresa, el monstruo logró reaccionar a tiempo y lanzó magia.

La esfera de sangre se abrió, formando una barrera frente a él.

Ainz casi rio ante tal acto. Magia defensiva de ese nivel, la cual ni siquiera había sido maximizada, era un mero chiste frente a las estadísticas de un guerrero de nivel 103.

La espada cortó la barrera como un cuchillo al rojo vivo sobre mantequilla. Al derrumbarse, reveló el cuerpo del vampiro. Ainz cargó hacia adelante y, con una patada en el abdomen, lo mandó a volar como una bola de cañón contra la plaza de la ciudad.

Los ojos de los dioses presentes se abrieron de par en par. Para ellos, desde que Undaeus lanzó su golpe de espada hasta que el líder invasor cayó destrozado como un meteorito frente a ellos, no habían pasado más que un par de segundos.

Seguidamente, otra explosión ocurrió, levantando polvo y escombros.

Mientras la nube de polvo se disipaba, se reveló la figura de Ainz.

Un caballero de dos espadas, envuelto en una armadura oscura con acabados en oro que cubría su cuerpo por completo. Su capa roja ondeaba al viento, otorgándole un aire heroico y majestuoso a cada uno de sus movimientos.

El instinto de Hestia se disparó, gritándole sobre la anormalidad. Aun así, le lanzó una mirada a Loki y Freya.

"¿Es alguno de los suyos?" Ambas diosas la ignoraron, dejando en claro que no tenían nada que ver.

Por su parte, Freya no pudo apartar la mirada.

Cuando intentó ver el alma del caballero, por un momento vio pura oscuridad, una tan vil y perversa que se había teñido como carbón. ¿Qué tantas malas acciones o pensamientos debía tener un mortal para manchar de ese color su alma? ¿Qué tan terrible debía ser su Kama?

Pero, mirando con más atención, terminó por tragar sus palabras. Esa oscuridad, que no dejaba escapar la luz, no era más que un cascarón delgado que recubría los verdaderos colores de su alma.

Un alma que a Freya no le habría llamado la atención en un principio, si no fuera por su peculiaridad. Era un alma sencilla, con manchas como cualquier otra, imperfecta, pero a la vez tan natural. En su conjunto, era algo que la encantó. Sin dudarlo, la puso entre sus almas favoritas.

Luego, se fijó en la del invasor. Al igual que las almas de los demás invasores, era de un gris insípido, parecía carecer completamente de cualquier belleza, lo cual la desanimó.

Ainz agitó su espada en dirección al vampiro, que ni siquiera había logrado ponerse de pie. La apuntó y levantó sobre su hombro, dispuesto a lanzarla como una lanza para destrozar su cabeza.

No podía usar Life Essence mientras estuviera en el estado de Guerrero Perfecto, pero calculaba que un golpe más y habría ganado. Con la muerte del líder de la invasión, todo habría terminado.

Lamentablemente para Ainz, fue demasiado lento.

Como un torrente, del cuerpo casi sin vida del vampiro estallo, la luz se extinguió.

El cielo sobre sus cabezas se oscureció, y grandes grietas, como las de esa mañana, comenzaban a formarse una vez más.

...

Hermes, oculto por el casco de Hades, no pudo evitar hacer una mueca de disgusto.

Las cosas iban de mal en peor.

No solo alguien había aparecido para tomar el puesto de héroe cuando este ya estaba establecido. Al igual que otros dioses, él tenía cierta habilidad que, incluso con su Arcanum sellado, aún podía manifestar.

Era como un sexto sentido.

Era la razón por la que podía llegar a ser tan temerario con sus acciones.

Ahora le gritaba que algo muy malo estaba por suceder.

En su palma, las ascuas de la llama sagrada se agitaron.

Debatió consigo mismo si era razonable usarla, pero lo tenía claro desde un principio. Después se disculparía con Hestia, incluso si tenía que arrodillarse ante ella y clavar su cabeza en el suelo, o si perdía toda la confianza que había estado formando con su familia.

Sabía que sus acciones eran las correctas.

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